lunes, 10 de octubre de 2011

Codicia Y Deseo


Cuando sus ojos se cruzaron con los míos, cuando su mirada penetró mi alma y sus palabras tocaron mi ser, entonces, todo cambió. Ya no quería ver otros ojos, ni escuchar otras palabras, ya no quería sentir otras caricias, solo deseaba tenerlo a él. Su voz era tan suave y cálida como el viento en el verano y su sonrisa tan pura como la de un niño pequeño. 

Empecé a soñar con sus besos y a delirar con sus movimientos, con sus ojos puestos en mi cuerpo y llenos de placer. Me lo imaginaba extasiado, queriendo no separarse de mí jamás. Todo eso transcurría mientras él se encontraba sentado frente a mí, con su mirada siempre profunda y su sonrisa siempre perfecta. Abrazando a su esposa, jugando con su pelo ondulado y hablando de lo maravilloso que era el estar junto a ella.  Ella con su mirada perdida en las palabras de su esposo y orgullosa de todo lo que él le hacía sentir, feliz de tener a su lado el hombre de nuestros sueños. Yo, mientras tanto fingía estar interesada en una conversación que cada vez me importaba menos, asintiendo con la cabeza y deseándolo cada vez más.

Si, no puedo negar que por un momento quise ser ella, estar en su lugar, robarle su lugar. Todo aquello que alguna vez deseé se encontraba frente a mí, tan perfecto, tan prohibido, tan de ella. Por un instante me perdí de nuevo en su mirada y entendí, que ese hombre de mirada profunda y varonil, tan enamorado y entregado, algún día sería mío. No porque yo lo buscara, sino porque detrás de tantas palabras de halago hacia ella, había un hombre deseoso de estar con una mujer como yo. Me lo dijo su mirada, me lo enseñó su sonrisa, me lo dijo despues el beso que nos dimos a escondidas.

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