La soledad nunca viene sola. Está acompañada de tristeza y desilusión, de suspiros y desesperanza, de lástima y compasión. Es irónico, pero la soledad que debería estar sola, está más acompañada que muchos de nosotros hoy.
En cambio de eso, llega lisonjera envolviéndonos con su manto, cubriéndonos de penumbras y nublándonos la razón. Llevándose la pobre esperanza que nos queda y robándonos las pocas lágrimas que aún hay.
La soledad que debería estar sola, tendría que darme un poco de su compañía y así sentir en viva carne lo que es sentirse así, vacío, loco, acongojado y triste. Tan triste y tan solo como nunca ha podido estar ella...
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